UNA GUERRA DE IMÁGENES
Un soldado atrapado, flanqueando por fuego cruzado. PRRRRRR TRRRRRRRR BUM TUM-TUM-TUM. Yendo y viniendo. ¿De quién es el fuego?, el soldado pregunta. No importa ya. Toda bala se siente hostil. Toda bala después de aquella se siente como un disparo mesiánico buscando redimir aquel que falló. Yo triunfaré, la nueva bala susurra, pero FFFFFFFFIIIIUFFFFFFFF es lo que el soldado escucha, perforando la barrera de sonido y rozando su oreja. Luego, una epifanía: no la muerte, no el dolor, pero sus espectros: ellos son los enemigos. Optimismo, pesimismo, pro, anti. Los espectros invocados alrededor de la guerra son el enemigo ––incluso la nación en sí es un enemigo en ese momento––. La nación antes del primer disparo no es sino un espectro de un lugar que ya no existe––. Tan solo tú existes. Tú y aquellos que disparan de vuelta. Solo aquellas fraternas sonrisas junto a la tuya, en las trincheras, esparciéndose tan rápido como la muerte en el campo de batalla. La esperanza y la desesperanza oculta detrás de ella ––ellas son reales––. El poder que los llevo a esa guerra, el impulso que los motivó, la muerte que busca atraparlos. El hecho de que, sin importar qué, ella los atrapará eventualmente. Solo eso es real.
«Vivimos en una guerra de imágenes». Somos ambos, balas y órganos perforados. Vivimos, pues, en una guerra de guerras que buscan ser libradas. Ambas guerras santas, ambas guerras profanas ––dependiendo de la imagen en la que creas––.
MAR DE DATA DEBORDIANO Y LA NAVE DE TESEO
Las democracias de ahora están determinadas por el deber humano de consumir el más básico y accesible commodity: la información. De cualquier tipo, origen o propósito: la información es lo único que uno obtiene. Pero a medida que comemos el bit, inmediatamente estamos en busca de más. Todo, pues, gira en torno al próximo frame: nuestras vidas e intereses, nuestros gustos, nuestros amigos, alegrías, tristezas, otredades; nuestro e-go. El frame, el píxel, el bit de información que ahora ves es solo bait, carnada, para que consumas el próximo. En esa adicción, se afianza un deseo por la data, al punto de que nosotros nos convertimos en información, productos de los píxeles que consumimos ––una imagen––. Una imagen a ser consumida, una imagen autoinvocada que invoca a otras.
A medida que la data enmarca nuestra realidad y nosotros nos hacemos con la data, nos volvemos ella; de súbito, nos volvemos lo que consumimos, lo que deseamos: slop, masilla digitizada del «turbocapitalismo», esta forja que disolvió todas las distancias, barreras, husos; todo lo concreto, derritiéndolo y vertiéndolo sobre la realidad. A través de ese meltdown, a través de ese mar de imágenes que ahoga a la realidad, todo lo concreto que causa fricción, disenso, dialéctica, confrontación, violencia, es llevado a las vastas profundidades de lo real. Lo que experimentamos a partir de ese momento como seres-con-otros es solo imaginario, son rumores, una inundación imagética; lo que Guy Debord llamó «El Espectáculo».
SÍ AL PSI, NO AL NOUS
Nos relacionamos a través del Espectáculo, siendo espectáculos nosotros mismos. No hay otra opción más que ser un espectáculo e interactuando con otros espectáculos, siendo-espectáculos-juntos. El sujeto del Espectáculo, en nuestros tiempos, es das *show-Man, el hombre inauténtico de Heidegger actualizado a su modo voyeur de existencia ––igualmente inauténtico, conformista, pero ahora usa deliberada y alegremente aquello que lo lleva más a la deriva––. Das show-Man es lo que sería un náufrago si quisiera saciar su sed bebiendo litros y litros de agua salada.
Este es el resultado de una retirada tras vaciar la vida de sentido; tras haber enfriado la vida. En esta álgida estepa digital obtenemos lo que creemos que es sentido mediante el deslizamiento en la planicie de data, cual serpientes, a la manera en que sugiere Byung-Chul Han en su Psicopolítica; y en dicha frialdad, buscamos y encontramos calidez ––curiosamente–– en lo que el Estado espectacular considera hot, o en su versión más actual, viral.
La pseudorealidad que experimentamos, pues, no es estudiada con base a la verdad o la mentira, pero en lo que es hot o en la ausencia de ello. Lo revolucionario de esto es que en el Espectáculo hay un espectáculo para cada quien y a cada cual según su necesidad. Lo importante no es lo que está fuera de uno mismo; el algoritmo lo trae a casa, y hasta más. No necesitas ir para consumir, el algoritmo lo atrapa ipso facto. Con el algoritmo el Espectáculo se autoactualiza con contenido cada vez más preciso, y se vuelve un torque con el que a su vez produce y ofrece más. Tras ser alimentado, hace feedback con más recomendaciones, seduce aquí y allá hasta sincronizarse.
Sin embargo, el conocimiento que pudiera generar es para alimentar al Estado espectacular, al Estado-Máquina, busca profundizar esa pseudorealidad, generar más deriva hasta lo más profundo del ser; hasta su sombra. La constante autoactualización de la imagen perforando el ser, eso es lo importante: la revolución interna que ocurre psicologizando la vida; la coronación del psi, el rebote de Narciso hacia sí mismo luego de escuchar a Eco. Esto es lo que alimenta al Espectáculo: la mente como medio de producción y consumo. El psi como obrero, fábrica, commodity, consumidor, publicidad y mercado.
CYBERPOLITIK
El Espectáculo se nos ha revelado como un mundo de imágenes; aún más allá, como una guerra de imágenes, una guerra de espectáculos. Showkampf: un conflicto por la atención, hotness, viralidad; un conflicto por autorrealización, para la expansión por deslizamiento consumista. Este acontecimiento del Espectáculo está conectado a la cibernética, a sistemas autogobernados de control. La cibernética fundamentalmente busca disipar conflicto y asegurar predicción, lo que significa que pone la consciencia (lo humano) en segundo plano. Más que eliminarla, empero, se envuelve sobre su cuello con el feedback. Absorber, procesar, y predecir: eso es cibernética. En el Espectáculo, la cibernética funciona como un sudario, una densa capa de humo y ruido que produce para el capital. El Espectáculo está ahí por una razón: produce ruido para que no escuchemos; produce humo para que no veamos. Una cuestión importante surge, y no es con qué está hecho este sudario, pero a quién pertenece. Quién ve qué: pero esta cuestión no tiene que ver con lo que el consumidor consume. Al contrario, es quien produce espectáculos para el voyeur, con qué y para qué lo produce.
La historia de la tecnología es la historia de la perfección de la guerra. La perfección de la guerra está determinada fundamentalmente por el objetivo de asegurar la victoria anticipada. De manera que el desarrollo de la tecnología está dirigida hacia la optimización de la logística de la victoria apriorística (la victoria sin guerra de Sun Tzu). La logística está determinada por las limitaciones geográficas y humanas, que la tecnología busca superar. Ahora, específicamente la cibernética, distinto de otras áreas tecnológicas, apunta no más a la mera superación pero a la eliminación de estas limitaciones para predecir más, por lo tanto, para reducir desbalances y espontaneidad, sus enemigos a muerte. Huelga decir que la novedad de la cibernética es el enfriamiento de la guerra a través de su espectacularización. Mostrar la guerra y remotizarla, ha provocado que nos relacionemos con sus implicaciones (muerte, dolor, por ejemplo) como lo hacemos con otros espectáculos en el mundo. Es aquí cuando la guerra se vuelve una imagen más, vaciada, digitalizada; absorbida por el Espectáculo como proceso, ya no más como proeza.
CLAUSEWITZ ÁCIDO, SCHMITT DERRETIDO, MAQUIAVELO (MÁS) FRÍO
Si Clausewitz nos dice que la política es la continuación de la guerra por otros métidos, y estos métodos ahora son digitales (imagéticos); ¿qué es la política en nuestro mundo licuado?
Ocultamiento
Esto no es nuevo, ya que los arcana imperii son, junto a la violencia, eternos deberes en la política. Es el propósito, el método y sus implicaciones lo que hacen este ocultamiento revolucionario.
A primera vista, la cibernética parece estar en las antípodas de la política. Para uno, la predicción debe ser universal; para el otro, la predicción es relacional y táctica. Sin embargo, lo que los une es el deseo de control. El control en nuestra época no se trata sobre ser amado u odiado ––se trata de ser visto––. No es sobre armas y territorio ––es sobre el scroll infinito––.
Schmitt nos dice que la soberanía es la capacidad de dictar la excepción. En el pasado, era el derecho de dar muerte (à la de Maistre); ahora, la soberanía está vinculada a la capacidad de producir imágenes, y la capacidad de destruir los medios espectaculares del enemigo; es decir, la capacidad de ocultamiento y de destruir el ocultamiento del enemigo. La soberanía espectacular es el poder de derretir y ahogar la realidad. Big-Tech, las giga-productoras, el Estado gerencial (administrativo, para Dalmacio Negro), las imágenes coronadas como dioses, y aquellas que acechan debajo, esperando ser manifestadas hacia la pseudorealidad. Estos son los verdaderos soberanos de lo espectacular.
Ya que la cibernética busca erradicar limitaciones y suprimir la impredecibilidad, la soberanía espectacular también se relaciona con la capacidad de remover la consciencia humana (entropía misantrópica). A través de la commodización de las imágenes, la remotización de la vida y la retirada de la sociedad hacia la mente (psicocentrismo), la vida se ha aplanado y puesto en una cámara de centrifugación. Cuales moscas a la luz: el individuo es atraído a las imágenes, no por su calor sino por su brillo. Al construir sentido a través de imágenes (que además premian con dopamina fácil) el humano renuncia a la acción y abdica a su agencia. La democracia liberal, hiperburocratizada, que terceriza el todo, arriba como el software que aceita los engranajes del Estado espectacular, la tiranía simbólica.
GESTELLKRIEG E HIPERSTICIÓN ROJA
La hegemonía de nuestra hipermodernidad es la soberanía sobre la Gestell.
Gestell, el encuadramiento de la cuestión del ser, cuando es desligada de la muerte —lo que significa la incapacidad del ser para ver su horizonte— conlleva a una vida inauténtica. Los poderes impuestos buscan hegemonía mediante el uso de fórmulas políticas, tecnologías simbólicas de legitimación, que aseguran un orden robusto. Cuando las tecnologías del poder encuadran exitosamente la realidad con estas herramientas como productoras de información, la hegemonía ocurre. Estos poderes no buscan sino a sí mismos: buscan convertir-se a sí mismos, profundizar su posición; no buscan la verdad. De Maquiavelo a sus discípulos actuales, sabemos que así como las élites dominantes se mueven hacia su propia expansión (sea a través de la consolidación de su poder, su territorio, sus ejércitos, etc.), siempre habrá una élite adversa buscando frustrar estos esfuerzos, intentando socavar o realmente socavando su posición para reemplazarlos. Su mirada es igual de fría, no motivada por la verdad, sino por el poder. Así, su contraataque es una Gestell opuesta, un contraencuadramiento. En nuestros tiempos líquidos, esto podría ser también otra realidad, dependiendo de quién ve qué.
Aún así, esto tampoco es nuevo: las personas mienten. En el Estado espectacular, gobernantes y gobernados mienten espectacularmente —esto es, con imágenes—. Cuando los poderosos mienten, sin embargo, el ocultamiento propio, no la transparencia, es su objetivo de posición. La transparencia debe ocurrir afuera. Lo político para la clase dominante está definido por lo que la clase política necesita que sea transparente. El encuadramiento y reencuadramiento de la realidad se vuelve el conflicto entre los poderes ocultantes y la búsqueda por la desnudez enemiga y su no-espectacularidad. Oscura se vuelve la naturaleza de lo que se manifiesta como real. Aquello que conjura, aquello que invoca su realidad con su magick.
El chavismo ha dado un salto cuántico desde que se licuó en un nuevo estado de materia. Actúan de acuerdo a un ocultamiento espectacularizado, en el que el la estrategia es anunciada sin la derrota como consecuencia posible. Esto, además, es apoyado por una transparencia absoluta de parte de las «fuerzas» pseudo-opositoras, que aumenta la pre-predicción de la realidad, pues este input nutre la Gestell del Madurato para actuar en avanzada. El chavismo, en cierto sentido, no existe; nosotros lo hacemos real. A esto llamamos «hiperstición», y Con el mazo dando es el perfecto ejemplo de la hiperstición como torque ciberpolítico.
El late-night de Diosdado y su famoso segmento de la pizarra: lo que la gente ve es un espectáculo ––Diosdado burlándose de la tontosición––. En realidad el segmento es un catalizador para la transparencia de su contraparte: pensadores, influencers, «periodistutas», politiqueros, podcasters, que revelan estrategias, pensamientos, expectativas, fórmulas; en otras palabras, su arcana, a quien ellos consideran como su enemigo. Ellos manifiestan las acciones del chavismo hacia la realidad, delatando expectativas, dando un rumbo de acción efectiva; el hecho de que trollean mientras materializan su victoria es por gusto. Al hacerlo, no solo ocurre la ciberpolítica chavista, pero con agencia incontestada y total raison d’État, el chavismo construye su realidad a través de encuadramiento conveniente y pleno: Gestell hegemónica. La hiperstición roja ocurre porque decimos las «palabras mágicas» y ellos, con poder casi absoluto, actúan al respecto: magia memética para una eterna y total victoria chavista.
PSI-OPOSICIÓN E HYPERPOLITIK
El principal dispositivo que cataliza dicha magick no es más que lo que se conoce en el campo político como la «oposición». Este dispositivo necesita existir para el sistema, primero y principal. Es por ello que el capital fluye grandemente a través de ellos también, pero no por las razones que pueden haberte alimentado: tira a Olavo de Carvalho y su «teatro de las tijeras» por la borda, junto con tu vagante-influencer derechoide pitiyanqui neocon tercermundista. El chavismo usa a la tontosición como dispositivo para atraer entropía (desorden) que usa a la oposición como recipiente; un traductor prediseñado. La «oposición» traduce la intención de encuadramiento de poderes extranjeros a un lenguaje previsible. El chavismo ahora es aceleracionista: se alimenta de entropía y predice desde ella.
La oposición, por lo tanto, actúa como un dispositivo que delimita las posibilidades de agencia dentro del territorio, frente al poder impuesto. Sin territorio, el único camino para la disidencia es hacia atrás, hacia la mente. He ahí el rol principal de la psicoposición: retirarse a la mente y tratarla como un exilio, y no como una trinchera. Pero no cualquier tipo de exilio, sino uno particular: un exilio a un presente estéril, un presente incapaz de acceder al pasado. Como el presente no puede conjugarse hacia lo nuevo, pero tampoco le es posible morir; pasado y futuro empiezan a espantarnos ad infinitum. Como no se pueden reproducir los llamados «tiempos dorados» de la Venezuela saudí, y tampoco se ha podido crear un futuro propio, desesperanza, inmovilización, derrotismo, servidumbre voluntaria, doomerismo, surgen. Y esto es un fenómeno endémico; incluso la creciente reacción romanticista sufre de estos espectros: la muerte de Sucre, las traiciones contra Bolívar, el perdido futuro imperial, la caída del general Pérez Jiménez. En suma, dos interpretaciones de la Venezuela-que-pudo-ser, la historicista-romanticista y la liberal-democrática, fuerzan a la mente a retirarse y languidecer: ambas idealizan al psi, ambas psicologizan el país y no lo afirman auténticamente. Ambas alimentan al sistema chavista en su sistema predictivo. Estos modos inauténticos proveen al chavismo de la entropía que necesita; lo causa una y otra vez, in crescendo.
Estos espectáculos que intentan desafiar sin éxito al chavismo son irrelevantes. Pueden ser fuertes, intensos, pero efímeros. Son anti, y altamente político es el antichavismo, pero carece de consecuencias políticas. Estas consecuencias permanecen en el ciberespacio o en la mente; es lo que el cientista político Anton Jäger llama de «hyperpolitik».
DASEIN Y EUMEMÉTICA
La revista aceleracionista francesa RAGE publicó un gran ensayo sobre lo que llamaron «BAP/ACC», basado en el libro de Costin Alamariu Selective Breeding and the Birth of Philosophy. La premisa de Alamariu es simple: la eugenesia y la filosofía van de la mano ––los genes y los memes––. Alamariu se dedica en su libro a probar que la búsqueda griega de conocer el ser (γνωθι σεαυτόν) era tanto metafísica como física. Usaban los griegos el término phusis (φύσις) para referirse a la naturaleza como ley; una a través de la cual la verdad de las cosas es revelada con la ayuda de la acción manifiesta. Sin embargo, los genes y los genes-en-acción no constituyen la realidad por completo. Es el conocimiento obtenido a través del filosofar (la forja de lo nuevo), los memes, revelan la phusis, que gobierna sobre los genes. La presión de los genes es ejercida por su memoria, así como por los memes, y viceversa. Aquello que prevalece en ambos no es solo verdadero sino que merece ser preservado. La selección natural es, pues, genes-como-memes. Los mejores genes nos dan los mejores memes porque nos muestran no solo aquello que es mejor y más fuerte, pero también cómo se hacen los mejores. La Singularidad es obtenida una vez que el hombre busca crear las condiciones en las que los mejores genes y memes florezcan en el tiempo: la cultura, entonces, nace a partir de esa búsqueda perpetua y de las formas que brotan a partir de lo que la phusis nos revela. La cultura sirve como una expresión esotérica de genes y memes que buscan moldear la realidad y perfeccionarse con ella. El sistema que produzca los mejores genes y profundicen los mejores memes ––ese es el sistema a ser construido––.
«Píndaro captura este aspecto de la cultura griega con su interdicto dirigido a Hierón de Siracusa: “Debes convertirte en lo que eres cuando lo hayas aprendido”»
– NIMH
Llevamos nuestro destino dentro; ya somos, pero necesitamos llegar a ser ese ser: «Hierón ya es Hierón al nacer, pero necesita hacerse Hierón estando a la altura de su rango. El convertirse es el destino, aquel de sangre y linaje». Al obtener consciencia de esto se desarrolla un sentido en el que todos los esfuerzos que el sistema (del individuo o más allá) posea son conducidos hacia ese devenir. Los griegos llamaban a esto kalokagathía (καλοκαγαθία): grandeza consciente y multidimensional. Noblesse oblige. El des-cubrimiento del ser, à la Juan 8:32.
Sin embargo, esto no debe relacionarse con atisbo alguno del concepto de predestinación calvinista. La eumemética debe entenderse como una fuerza auto-oracular continua, que busca materializarse. Este es el despliegue de fuerza por superación del que Nietzsche habla. Superamos y con ello aprendemos, y amasamos más poder superando. Nos convertimos al superar resistencias y desarrollar formas de ser-en-ascenso. La entropía es superada por la extropía, el des-cubrimiento de lo nuevo. El Dasein asciende aquí: aprendemos a ser-ahí a medida que descubrimos nuevas formas de convertirnos-ahí. Mas, para alcanzar dicha proeza, la inautenticidad debe ocurrir también.
A medida que el Yo se revela al ser, encontramos que este mismo camino puede surcarse respecto al mundo y a otros sistemas. Basándonos en ello, podemos notar que el chavismo busca y se realiza con la entropía, no con la extropía y, por lo tanto, con la singularidad. Es por eso que los genes y los memes que pretende portan una cultura de desintegración, de tendencia de masa (à la BAP) que busca derramarse con slop humano y cultural para crear lo que se conoce online como «lumpenzolano»: el homo chavistus faveli que funciona como biomasa y que busca la entropía por la entropía, la reproducción por la reproducción. El chavismo no busca el nacimiento de lo nuevo, sino la hiperización del zambofuturismo: el hiperzambismo.
BAM ESOTÉRICO, MAGICK TIRÁNICA
Lenin propuso la pregunta «¿Qué hacer?» hace más de un siglo, y nosotros aún no la hemos respondido. El problema de no hacerlo es que si no lo hacemos, alguien más lo hará. Si no dictamos, alguien más dictará. El que decide, al final, es quien tiene la realidad bajo su encuadramiento.
El chavismo líquido (el poschavismo o el madurismo) se ha derretido todo sobre nosotros, como el oro de Craso en las manos de los partos, salvo una cosa: su élan vital, su soberanía. Reinan sobre el país a través de hiperzambismo, la entropía endógena que universaliza, homogeniza, hacia la destrucción. Un imparable y eterno momento soberano que produce slop.
Los tiempos concretos demandan soluciones concretas, y la respuesta de Lenin estaba enmarcada en este pensamiento. Estos tiempos líquidos demandan lo mismo. Venezuela ha sido desterritorializada y su gente forzada a existir en el ciberespacio. La micro-oligarquía de partidos políticos se enfoca en hacer dinero de esta espiral de entropía. El «madurato» sigue firme, y no se encuentra posibilidad alguna de solidificar un momento político.
Sin embargo, si las transformaciones políticas son inviables, las consecuencias políticas son inexistentes también. El campo político nos es vedado, entonces, deberíamos experimentar afuera. Estirar lo político hacia lo híper y experimentar nuevas formas de juntar el Dasein nacional. Crear extropía a través de la Cultura. Criar la mejor cultura creará las condiciones para la diferenciación, distinta de la homogenización poschavista. Diferenciarse del universalismo poschavista significa crear soberanía, o mejor dicho, crear las condiciones para un soberano ––para un nuevo tirano––, en el sentido en que los griegos y Alamariu aseveran: un hombre o un grupo de hombres que surgen de y para la acción, contra el nomos entrópico del poschavismo y por una phusis extrópica.
La Exterioridad es el lugar donde se debe crear. Diferencia, velocidad, emboscada, novedad, victoria. La soberanía, no se olvide, surge de y como lo desconocido, lo inesperado. Pero lo desconocido-inesperado debe ser primero preparado. Las consecuencias políticas respecto a este tipo de trabajo (mágico-cultural) son inexistentes, sin embargo una consecuencia permanece en la forma de una regla fundamental: aquel que se rehúsa actuar será pisoteado y hecho polvo por aquellos que entienden que la acción (y por lo tanto el poder) es un deber, no una recomendación.

