Lucía Guadalupe Batallán, mejor conocida como Lupe Batallán, es una joven pero experimentada activista que ha consagrado su voz a la defensa de la vida y los valores tradicionales.
En el año 2018 adquirió gran notoriedad tanto en su natal Argentina como a nivel internacional por su oposición a la agenda abortista, participando con notable elocuencia en numerosos debates televisivos y exponiendo sus argumentos ante las Cámaras del Congreso.
En su faceta de escritora, Lupe ha plasmado sus ideas en obras de gran éxito como Hermana, date cuenta: no es revolución, es negocio (2020) y Calladita te ves más bonita (2024).
(Esta entrevista fue realizada al inicio de la presidencia de Javier Milei).
¿Qué relación se puede establecer entre tus tres grandes intereses: el aborto, la eutanasia y la pornografía? A los dos primeros el Papa Juan Pablo II los enmarcaba dentro de la «cultura de la muerte».
Vivimos en una cultura de deshumanización. Tanto la pornografía como la prostitución son parte del fenómeno de la hipersexualización social, que lleva a tratar a las personas como objetos para el goce y disfrute de un tercero. Lo mismo termina pasando a grandes rasgos con la eutanasia y el aborto, que despersonifican al otro, un otro que se vuelve incómodo, del que se piensa que no tiene derecho a vivir y al que ni siquiera se le considera persona. En definitiva, también hay una cosificación. Es un abanico de cuestiones que propone el progresismo, pero que, lejos de representar un avance o un progreso, constituye una agenda total de deshumanización. Ese es el eje del que parto, esa es mi línea rectora y esa es la relación que veo entre los temas que trato. Por supuesto que hay mucho más sobre lo que escribir e investigar en el futuro.
Desde tu regreso hace unos años a la vida pública has sido más vehemente a la hora de definirte como conservadora, ¿eso tiene alguna relación con tu conversión al catolicismo? ¿Influyen tus creencias religiosas en tu militancia política?
Cuando empecé por allá en 2018 no me ponía ningún tipo de etiqueta. Desde 2020 en algunos momentos empecé a denominarme como conservadora y ya en 2021 me asumía directamente como tal. Antes no es que no me asumiera conservadora, sino que no me sentía con necesidad de ponerme etiquetas. Sentía que las etiquetas circundantes (kirchnerista, macrista, etc.) no servían en absoluto para definir la situación política. Después de un tiempo comprendí que el conservadurismo está tan fuera del juego político que incluso beneficia cuando uno quiere presentarse a sí mismo, porque lo que propone es algo bastante uniforme. Tal vez el sentido de enfatizar el termino conservadora cuando volví, que igual ya venía dándose antes de irme, tiene que ver con el auge del liberalismo que existe ahora en Argentina en torno a la figura de Milei. Ahí se me planteó la necesidad de diferenciarme, porque siempre hubo la confusión entre la gente de que yo soy liberal. Pero desde 2021 he venido aclarando que no lo soy, soy conservadora. E incluso lo he sido antes de hacerme católica. Mis ideas políticas y mis creencias religiosas no se contraponen, no están en conflicto. Obviamente, mis creencias religiosas son el combustible para avanzar en la vida y mi guía en muchos momentos.
Según el aforista colombiano Nicolás Gómez Dávila, el liberalismo defiende el derecho a envilecerse con tal de no entorpecer el envilecimiento del otro. Los liberales tienden a priorizar la moral individual, mientras que otros grupos de la no-izquierda ponen el acento en la cohesión social y los valores compartidos. ¿Consideras inevitable el choque entre soberanistas y conservadores y el liberalismo de distinto pelaje? El caso de Milei resulta anómalo en la era de la derecha proteccionista y soberana.
Con respecto al Gobierno argentino, como sabes, no lo voté. Y no lo hice porque la lógica liberal de mercantilizar al ser humano (por más que haya habido propuestas de protección a la vida y demás) me parece triste. Dentro de los candidatos de La Libertad Avanza hubo promotores de la prostitución y de la pornografía, como lo fue Marra, a quien postularon como jefe de Gobierno porteño, pero que afortunadamente no ganó.
Sí creo que hay una distinción muy clara entre conservadores y liberales, aunque ocasional y circunstancialmente vamos a estar de acuerdo en algunas cosas. Como de pronto un conservador y un liberal pueden estar de acuerdo con un izquierdista en un asunto determinado. Que a veces abracemos la misma causa no significa que seamos lo mismo, por algo existen distintas ideologías y marcadas diferencias entre ellas. Pienso que la alianza entre conservadores y liberales tiene los días contados, porque estamos sobrepasados por una izquierda extrema. Los liberales están a la orden del día para deshumanizar, no se oponen a la agenda que discutimos más arriba.
¿Te parece útil el clivaje de soberanismo-globalismo? ¿Ubicarías a Milei dentro de los globalistas?
Nunca había empleado ese clivaje, pero la verdad es que sí me parece que la lucha de hoy es entre intereses nacionales e intereses foráneos globalizados. No es un nombre que haya usado antes, pero sí, considero que ya las disputas no son de izquierda y derecha. Plantear un soberanismo contra globalismo puede ser útil para describir el panorama.
Sin duda, Milei se ubica dentro de los globalistas. Uno de los indicios más claros de ello es su uso de la bandera liberal-libertaria en todos los contextos, en detrimento de la bandera argentina. Es algo que tiene grandes implicaciones desde lo simbólico y desde lo ideológico. No podemos discutir políticas y medidas una por una, pero eso dice mucho.
¿Por qué crees que Milei busca relacionarse con exponentes de una derecha con la que, al menos en el papel, no parece tener mucho en común? ¿Crees que busca promover un regreso al statu quo ante, a la síntesis liberal-conservadora (fusionismo) y al fundamentalismo de mercado de los años 80?
Pasa que hay mucho desconocimiento y que lo que uno sabe de un país extranjero, en cuanto a la política, es lo que venden los medios o lo que transmiten las redes sociales, pero que en la realidad no necesariamente es así. Más allá de eso no puede darte una respuesta, porque no es mi área de experiencia. Yo te puedo dar solamente algunas impresiones de lo que veo, porque más allá de decir que Milei es globalista, no sé si va a ser un globalista más soft que lo que ya hemos tenido. Decir más sería aventurarme demasiado. No soy analista política de este tipo de política, sino más bien dedico a las ideas. Más allá de que no fui a votar, pensé que iba a ganar Massa.
Entremos en uno de tus fuertes… En una charla que diste en México, en la que contaste que te estabas cagando (risas), hablaste largo y tendido de la Federación Internacional de Planificación Familiar (IPPF, por sus siglas en ingles), que como es bien sabido recibe fondos estatales. A tu juicio, ¿el aborto puede ser usado como un arma geopolítica? ¿Conoces el Informe Kissinger (NSSM 200), que recomendaba al gobierno estadounidense impulsar políticas antinatalistas en países del tercer mundo?
Conozco el informe, en él se nombra veintiún veces a la IPPF. Obviamente sí creo que tiene muchísimo que ver y es parte de una misma estrategia, pero es mejor aterrizar el tema del aborto y llevarlo a algo que la gente pueda entender con más facilidad. Agustín [Laje] sí suele profundizar en la parte geopolítica y demás.
Cuando empezó con fuerza la discusión sobre el aborto en Argentina, en tiempos de Macri, la opinión pública favorecía ligeramente a los partidarios de la despenalización. Sin embargo, gracias a tu intervención y a la de figuras como Agustín Laje la balanza se inclinó hacia al bando provida. ¿Por qué consiguieron frenar la legalización del aborto en ese entonces y no bajo la presidencia de Alberto Fernández?
Hay ciertas condiciones que facilitaron que durante el Gobierno de Macri no se diera la legalización del aborto, pero que sí se diera durante el Gobierno de Alberto Fernández. En primer lugar, en el Gobierno de Macri nosotros teníamos una militancia mucho menos cansada que la que alcanzó a Fernández, porque fueron dos años de ser reactivos y de muchísimo desgaste. Eso marca una diferencia que es, a modo de autocrítica, que el movimiento provida debería ser más organizado y profesional para poder hacer las carreras de largo alcance que propone el progresismo hasta conseguir la legalización.
Por otro lado, el Gobierno de Macri tenía una oposición, que era el kirchnerismo, a la que no le convenía sacar la ley del aborto porque suponía darle un «logro». Luego esa misma bancada fue funcional a Fernández, por el mismo motivo: para darle un «logro». Adicionalmente, a nosotros nos jugó muy en contra la cuarentena del año 2020, que fue muy restrictiva, porque la gente no salía de sus casas y tenia muchísimo miedo. Hubo una gran represión contra quienes sí se atrevieron a salir y eso hizo que se desarticulara todo.
En un contexto así todo lo que se mandaba al Congreso era aprobado. También hay que tener en cuenta que cambió la composición del Congreso: con Macri nos daban los números para que la ley del aborto no pasara, mientras que con Fernández hubo una elección que cambió la composición de la Cámara y nos hizo perder la ventaja que teníamos. Mal que mal, el macrismo dio cierta discreción a sus legisladores para votar como quisieran, mientras que el kirchnerismo y el peronismo tienden a ser mucho más verticalistas, sobre todo cuando se trata de pasar leyes en el Congreso, con lo cual incluso perdimos apoyo de algunas personas que siendo oposición se habían manifestado a favor de la vida, pero que, para evitar plantear una negativa contra su propio Gobierno, se dieron vuelta de una elección a otra.
Esas serian las particularidades que tuvo el no en 2018 y el sí en 2020 a la legalización del aborto. Como consejo al resto de activistas provida, diría: hay que formarse, buscar apoyo político, profesionalizar la causa lo más posible y tratar de no ser eternamente reactivos, sino de llevar la iniciativa del ataque contra las ideologías progresistas, es decir, tener una estrategia mas agresiva, en lugar de constantemente defensiva.

